lunes, junio 10, 2013

Ma soeur, mon professeur

De súbito entendí, así como la presa comprende su última hora al sentir las garras ajenas abríendose paso entre la propia carne, como la fruta momentos después de soltar el árbol, así entendí que nunca sería tuyo. No supe encandilar tus ojos ni encontrar estas palabras unos meses antes, y tu no quisiste sentir en tus pies el retumbar del piso que delataba a mi corazón cada vez que decías “bonito”. Debería haberte hecho saber que tu voz besaba mi alma con la paz de tu cantar, o que las mariposas se veían torpes alrededor de tu danza. Debería haberte dicho que las flores ya no saben tan dulces ante mis ojos luego de haberles permitido posarse en ti. Aprendí más tarde a verte en otros brazos, a empamparme de tu felicidad, a sentirte mi hermana. Aprendí a callar mi alma que estrujaba mi garganta, corté las uñas de mi corazón para que ya no pudiese rasguñar mi pecho desde adentro: tareas simplificadas sólo por la ausencia de tu ser. En medio de esa paz de cristal te vi cruzar la puerta con tu vestido eléctrico y, sin querer, volví a permitirme la negligencia de posar mis ojos en tus cabellos acaracolados. Mi corazón creció uñas y mi alma rompió su mordaza. Todo mi ser gritaba hacia ti, salvo mi boca que insistía en su parálisis sin tiempo. Y es que mi boca lleva consigo la sabiduría ancestral, y ve a tus oidos sumidos en la lejanía de otras voces. Es su mudez la que vuelve a hablar para adentro, a convencer a mis entrañas que tus caricias son las de una hermana. Así mi alma se relaja al fin y se empapa de tu amor: puro como la miel, ausente de fuegos y tormentas, maestro del desapego para mi espiritu adolescente.

Escrito aproximadamente el 24/11/2011, al recuerdo de Orianna, una hermana de luz.

No hay comentarios.: