miércoles, enero 31, 2007

Agnes

Agnes necesitaba un tiempo con si misma. Hacía mucho ya que no tenía un día para hacer lo que ella quisiese. Entre el trabajo, el matrimonio y las horas de sueño, se habían dividido todos y cada uno de sus ratos en los últimos meses. Su esposo Hermann era una persona tan dulce como monótona. Alejarse del protocolo lo atemorizaba. Agnes sentía siempre que, con la llegada de Hermann, su espíritu de aventura se había desvanecido. Esto no terminaba de contrariarla por completo: después de todo ya poca maña se daba con los hombres, los años habían marcado su paso por su cuerpo y, aún así, lo tenía a Hermann a su lado. Nada iba a faltarle en el futuro; Hermann se encargaría siempre de que vivieran en el ambiente más controlado posible. Pero Hermann no podía controlar su mente, y Agnes siempre tendría este escape. Muchas veces, estando con su esposo en la cama, Agnes dejaba de escucharlo para irse con su mente a otros lugares. Una noche sería reina, otra viajera, otra aprendiz de mago. Pero no podría nunca abandonarlo en la vida real, temía mucho por la salud mental de Hermann. Cómo explicarle que, aún amándolo como el primer día, aún siendo él lo más importante de su vida, estar con él le aburría y necesitaba de otras cosas para sentirse viva? No podría. Jamás podría decirle eso sin devastar sus sentimientos. Agnes lo amaba, profundamente, eternamente, y era por ese amor que no podía dejar que Hermann sufriese por ella. Estaba decidido, pasaría el resto de sus días con Hermann, y el resto de sus noches con si misma, dentro de su mente, dentro de sus sueños... fuera de su vida.

martes, enero 23, 2007

I've got a head with wings

Creo haber escuchado que el hombre se vuelve inmortal a través del arte. O a lo mejor no lo escuché jamás. Hendrix decía que "Castles made of sand fall into the sea, eventually". And a Sandman collapsed in a stage, allá por el 99. Sin embargo hoy día lo escucho decir que acostarse y levantarse temprano hacen que uno extrañe la vida nocturna. Una vida nocturna que guarda la escencia de Dave y Mary Ann, o al menos su recuerdo. Laburaban juntos o, mejor dicho, en el mismo lugar. Nadie en todo el piso habría podido ver lo bello que había visto Dave en ella esa noche. Tras una propuesta de cama redonda frustrada por un tercero, decidieron que siendo dos estaba más que bien. Taxi! y el espejo daba cuenta de lo delicioso de los labios de Mary Ann. Ya me imagino a Dave hoy, pensando que ese no era lugar para invitar gente. Pero así fue, no quedaba otra. "Se rompió", le dijo Dave. "Llevame a una farmacia", contestó Mary Ann más que convencida. "Ya está", volvió a decir Mary Ann días después, mientras Dave escuchaba a un gringo contarle sobre la enfermedad del tío de un amigo. Dave la miró confundido y ella le besó la frente sacándole toda confusión. Seguían siendo jóvenes sin nada que preocuparse. Según tengo entendido, Dave no volvió a verla. O sí volvió a verla, pero ninguno de los dos quiso mirar como esa noche. A veces tengo imágenes de aquel flaco, sentado en algún lado, pensando que quizás hubo más de una cosa que no supo hacer bien. A veces tengo imágenes de ese flaco charlando con Mary Ann, diciéndole que debería haber tomado ciertas cosas menos a la ligera. A veces siento que en mi cabeza hay alas.

lunes, enero 08, 2007

Manual para un Federico

(para que también puedas entender)

Milton sentía siempre la necesidad de pertenecer. No lo había vencido todavía, haría lo que sea por ser parte de algún grupo. Federico había decretado entre sus lameculos que Milton sería el tonto de su grupo. Federico sería siempre el mismo hijo de puta: sus mejores ideas las volcaba en contra de Milton. Se encargaba de organizar las salidas para poder no avisarle. Ideaba cosas que sabía que a Milton le dolerían. Lamentablemente el resto del grupo todavía era demasiado joven como para darse cuenta y siempre terminaban siguiendo la batuta del malparido. Saber lo que Milton sufría no hubiese hecho más que alimentar esta necesidad sádica que Federico sentía al verlo a diario. Milton no entendía por qué. Por mucho tiempo siguió siendo así, y con el correr de los años Milton siguió intentando acercarse, siguió corriendo atrás de Karas y Federicos. Sin saberlo, Federico no hacía más que ayudar a Milton en su visión del mundo. Llegar a crecer le costó muchas lágrimas y dolores de pecho. Muchas tardes y noches en constante charla con las hojas de algún libro. Aprender a que por los ojos se ven las ideas fue otro dolor de huevos. Y creció. Un último empujón de mami lo llevó a terminar de abrir los ojos y cerrar más la boca. Había podido pasar el suficiente tiempo con si mismo como para llegar a conocerse realmente. Y ahora observaba, sintiendo como Federico recibía al fin ese golpe que le dejaba la sangre entre los dientes bien apretados. Viendo como Kara se había dispuesto al fin a dejar caer su tanga un poco demasiado tarde. Federico seguía organizando salidas, pero a Milton ya no lo entusiasmaban. Esas salidas estarían siempre llenas de Federicos. Federicos siempre necesitando pertenecer ahora a grupos hechos de Miltons.